Abrir
la caja de Pandora -a la luz de la mitología griega- tiene que ver con
realizar una acción que siendo aparentemente inofensiva, puede conllevar
inesperadas consecuencias. Algo de esto podría pasar en nuestro país si
se repite la atávica historia de ceder a las presiones de la calle.
Es doloroso decirlo pero, como si no fuera suficiente el grave problema de salud pública causado por el Covid-19, que provocó un severo problema de salud económica debido a los procesos de cuarentena, un problema de salud financiera podría presentarse adicionalmente y complicar más las cosas, porque el impacto sería generalizado, considerando la afectación a uno de los sectores más sensibles de toda economía: el bancario.
Frente a la presión del sector del transporte, de diferir otra vez el pago de capital e intereses de los créditos que habían recibido, sugerí no ceder a su amenaza del bloqueo porque el hacerlo podía provocar nuevas reivindicaciones con el paro, la huelga y los bloqueos como única tónica argumentativa, lo que nos llevaría a una situación problemática cada vez más difícil de manejar.
Públicamente, advertí que “si la solución a los problemas pasara por el bloqueo, terminaríamos en un verdadero caos; una sociedad que se precie de civilizada debe aprender a resolver sus necesidades y diferencias a través de un diálogo sereno y sincero, con respeto a las normas e instituciones creadas para garantizar la pacífica convivencia, caso contrario, corremos el riesgo de que la razón de la fuerza se imponga a la fuerza de la razón, lo que nos llevaría a una situación donde prime la voluntad del más fuerte”.
Sin embargo, pudo más la presión en las calles y el Gobierno otorgó un periodo de gracia de seis meses para el no pago de capital e intereses (sumándose a nueve meses de diferimiento de pagos consumado en 2020); pese a ello, una fracción de los transportistas rechazó el acuerdo entre el MEFP, ASFI y el “transporte libre”, confirmando otros dos días más de bloqueo en el país.
Como era de esperar, otros sectores se sumaron al pedido de los transportistas confederados aumentando la presión sobre el Gobierno para que se dé un diferimiento que, a diferencia del periodo de gracia ya negociado, implicaría seis meses de no pago de intereses. De haberse aceptado tal imposición, hubieran sido 15 meses sin que la banca reciba retorno alguno por los préstamos concedidos, pese a que ella sí debe honrar intereses por los dineros recibidos.
Pero, como quien pide poco es un loco, al calor del apronte de los bloqueos se manifestaron entonces otros actores sugiriendo incluso un diferimiento por todo el 2021. ¿Alguien tiene duda de que de lograr tal concesión, el próximo paso, considerando la crisis económica en curso, no sería el pedir la condonación de sus préstamos? En tan dantesco escenario el sistema financiero se iría al bombo afectando a muchos, incluso a los jubilados y a los aportantes a los Fondos de Pensiones siendo que poco más del 60% de nuestros ahorros mensuales que nos descuentan por planilla para efectos de nuestra futura jubilación, han sido invertidos por las AFP precisamente en la banca. Así las cosas…¿adónde irá a parar nuestro dinero, y qué del sistema financiero sin recursos que otorgar en función de la ansiada reactivación económica? Tema difícil de solucionar.
Todos los sectores están impactados por la crisis pero, desvestir un santo para vestir a otro santo -con amenazas de por medio- no es lo correcto, por más santo que sea o que parezca…
Comentarios
Publicar un comentario